Fin de semana, ¡uniformes fuera! y desde ese momento…empiezan a saltar las alarmas, madre e hija no se ponen de acuerdo delante del armario. Combinaciones imposibles de prendas y colores, looks que no se adaptan al plan que tenemos por delante, prendas que no son para su edad… ¿te suenan estas batallas? Pues bien, aunque te parezca mentira, tienes ante ti la oportunidad perfecta para ayudar a tu hija a empezar a construir su propio estilo. Una imagen que la defina, que la haga única y que la llene de autoestima y seguridad.
Sobre cómo hacer fácil este camino sabe mucho Amanda Briega, asesora de imagen y coach de estilo personal y madre de tres niñas de 8, 10 y 12 años. En este #bimbetatalk Amanda comparte con nosotras algunas claves para acompañar a nuestras hijas de una manera colaborativa y positiva hacia su propio estilo.
¿Cómo crees que influye el estilo propio en la seguridad personal y la autoestima?
Yo siempre digo que cuando una persona se mira al espejo y le gusta lo que ve, se siente con ganas de comerse el mundo. Tenemos que tener presente que nosotros somos materia y forma, cuerpo y espíritu, y por tanto, cuando nuestra parte material está alineada con nuestra identidad, se crea un equilibrio que genera muchísima confianza personal.
¿A qué edad empieza a recorrer el camino hacia el estilo personal?
Desde que nacemos, todo lo que nos rodea va influyendo en nuestro estilo personal. El arte, la decoración, los colores con los que nos han vestido… podemos decir que el estilo se forma casi desde la cuna.
Respecto a la edad, podemos encontrar niñas de tan solo 2 ó 3 años que ya empiezan a opinar y tener criterio con respecto a su forma de vestir, y, en cambio, otras que no lo hacen hasta la adolescencia. Yo misma tengo 3 hijas y cada una se relaciona con el tema del estilo y la imagen de una forma completamente distinta. Sin embargo, como padres debemos entender que, independientemente de cómo sean, esta es una faceta más en la que les tenemos que acompañar, guiar y educar. Hay que evitar llegar hasta la adolescencia para tratar estos temas, ya que quizá en ese momento ya no somos los mejores interlocutores.
De forma natural, durante nuestro paso de niños a adultos, se produce un momento de reconfiguración de nuestra propia identidad. Se tiende a romper con el modelo de referencia que hasta ahora han sido los padres y se busca más la identificación con la tribu y los amigos. Por eso, este tipo de aprendizaje lo hemos tenido que haber intentado hacer previamente porque tal vez en la adolescencia tengamos que gestionar otras batallas.
La forma de vestir es una representación visual de quiénes somos, por eso, en general a los padres nos suele dar mucho miedo la etapa de la adolescencia. Pero hay que entender que es algo natural y que no tiene porque ser una señal de cómo serán en el futuro. Lo que tenemos que entender es por qué les gusta algo…Una cosa que a mi me funciona con mis hijas es pedirles que me digan que estilo les gusta. Hacemos pantallazos en internet de marcas y prendas que les gustan, lo ponemos todo en un power point y cuando tenemos todas seleccionamos las que más les gustan. Este sistema me ayuda a entender quién es ella, que le gusta y cómo puedo guiarla. Es importante entender también que nuestras hijas no son una extensión de nosotras mismas, sino que son otros seres y como tal, tienen otra identidad y también otra identidad estilística. Hay que ayudarlas a identificar esa identidad, acompañarlas y darles argumentos de qué le favorece, siempre con delicadeza y en positivo, y no porque lo digo yo…de esta manera les estás guiando hacia su propio estilo y entenderán que su madre las puede ayudar y ser un interlocutor válido.
Si estás de compras con tu hija y ella insiste en comprar algo que a ti no te encaja de ninguna manera, ¿cómo haces para reconducir la situación?
Pues ahí dejo de lado el aspecto más emocional, y apelo a temas más técnicos y de morfología, a qué le favorece. Lo primero que hago es identificar qué es lo que está pasando e intento conectar con ella, acogiendo y reconociendo lo que pide para conseguir que me escuche. Posteriormente intento explicarle por qué pienso que no es lo mejor para ella, dándole argumentos suficientes para reconducir la situación y poder llegar juntas a un acuerdo. Un ejemplo podría ser cuando tu hija quiere ir a la moda y se quiere poner una prenda que es demasiado sexy para su edad. En ese caso le digo que entiendo que quiera ir a la moda pero que vamos a buscar la manera de llevarlo para que sea adecuado para su edad y para mostrar mejor quién es ella.
En el caso de niñas más pequeñas, está el tema del exceso de purpurinas, lentejuelas y brillos. En ese caso, aunque a la madre no le apasione, si a la niña le gusta y le da seguridad, soy partidaria de buscar con ella algo que guste a las dos. Es bueno animarlas a ellas mismas a que propongan soluciones.
Entonces, aunque a nosotras no nos guste algo, ¿hay que respetar el gusto de nuestras hijas?
Lo más importante es que siempre tengamos en cuenta su opinión. Hay niñas más reconducibles o más sumisas que siempre aceptan lo que propones. En estos casos hay que intentar que ellas elijan qué ponerse de las alternativas que tú les propones para que tomen decisiones sobre su forma de vestir y aprendan a conectar con su propio estilo. En el caso de niñas que son más vehementes y tienen un estilo muy definido, hay que encontrar un equilibrio para dejarles mostrar sus preferencias pero de una manera que a nosotras también nos guste. Les podemos dar alternativas para encontrar una solución, hacer que ellas mismas sean las que propongan la solución, o incluso en momentos determinados ceder ante una petición que no es tan transcendental para nosotras para para que vean que les permites explorar su estilo y, el día de mañana, confíen en nosotras para que les ayudemos con su imagen.
¿Cómo hacemos las madres para ser un referente creíble para nuestras hijas?
Nadie da lo que no tiene. El problema surge cuando una madre quiere que su hija tenga estilo y seguridad en sí misma pero ella misma no la tiene, no se gusta cuando se mira al espejo y no se siente a gusto con ella misma. Si tú como madre quieres ayudar a tu hija a desarrollar la habilidad de tener estilo y confianza a la hora de vestir, tienes que haberlo trabajado antes como madre.
Nunca vas a ser un interlocutor válido si tu hija ve que que tu misma no tienes confianza y que de este tema no tienes ni idea. Es más, generará el efecto contrario y cualquier cosa que le digas la echará por tierra a la primera. Por eso, estos temas hay que trabajarlos lo antes posible, aconsejablemente entre los 8 y los 12 años.
Es justo en esas edades también cuando hay que poner especial atención a las peticiones de ropa que nos hacen nuestras hijas, porque ahí es cuando les empieza a importar el “ir a la moda”. Las madres tendemos a gastar menos en nosotras y más en nuestros hijos en sus primeros años de vida, cuando a ellos no les importa cómo visten, y sin embargo, a medida que van cumpliendo años, dejamos el tema de la ropa a momentos como los cumpleaños y las navidades. Es importante que atendamos a esta edad los deseos de nuestras hijas, sin caer en el materialismo y enseñándolas a comprar bien, porque es en este momento cuando se forja la confianza y la autoestima. Ahí es cuando necesitan a una madre conectada y atenta a las necesidades de sus hijas
Otra cosa muy importante es que el tema de las compras no puede ser un tema que se enquiste con nuestros hijos. Nosotros tenemos que ser, en la medida de lo posible, los interlocutores válidos para acompañarlas en esta tarea. Lo que tenemos que conseguir es que nuestros hijos digan “mi madrees la mejor persona con la que salir de compras porque siempre me dice la verdad y me ayuda a elegir lo que mejor me sienta”.
